Una tertulia filosófica se plantea como un espacio de intercambio abierto de posiciones respecto al tema planteado (siempre desde el respeto a la diferencia) que pretende ser guiado por el filósofo hacia una problematización más radical, profunda y, a la vez, cotidiana: no podemos entender el ejercicio práctico de la filosofía sin unas consecuencias para la vida diaria de cada cual y/o de la colectividad.
Así, en el transcurso de una tertulia, poniendo en marcha esa práctica necesaria y esencial del ser humano que es hablar con los otros, el sujeto encuentra un lugar en medio de la comunidad y con la comunidad. Un lugar que le es necesario para pensarse y para pensar lo que le rodea y que, por supuesto, repercute en su vida en la medida en que problematiza sus creencias y le lleva a una acción determinada acorde, o no, con ellas.